En diciembre de 2001, los hermanos argentinos, salieron a la calle. Fue algo impensado, espontáneo. Agarraron cacerolas, jarros, cucharas de madera, sarténes y todo aquello que pudiera representar el ruido y la frustración como ciudadanos que había en sus vidas durante aquel momento.
Ecos del 2001
Ese día, el pueblo demostró por primera vez su verdadero descontento y poder. Al presidente de aquel entonces, Fernando de la Rúa no le quedó otra que huir en un helicóptero, y renunciar a su cargo.
Desde entonces, por cada inconformidad, la gente sale a la calle a hacer ruido como una forma de protesta.
El pasado 8 de noviembre, fue la fecha de una de las congregaciones más numerosas hasta entonces. Esta vez mucho más organizada, gracias a las redes sociales, pero, igualmente pacífica.
Otra vez el dólar tiene algo que ver. Pero la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha sido clara: hagan lo que hagan, ella no renunciará a su cargo, tal como lo hizo De la Rúa hace más de diez años.
El 8N, tal como se denominó al último cacerolazo, tuvo cita en los lugares más representativos de muchas ciudades. Pero también trascendió fronteras, y argentinos residentes en Gran Bretaña, España, Italia, Austria hicieron lo propio.
Reclamos de los manifestantes del 8N:
Muchas pancartas decían «Libertad«. Pero, en específico, representó el gran desacuerdo con muchas de las medidas tomadas por la presidenta Fernández.
1 – Libertad:
De todas, las de mayor peso fueron el Cepo Cambiario y la ley de re-relección. El Cepo Cambiario y la dificultad para conseguir dólares fue uno de los motivos: hoy por hoy, comprar o tener la moneda estadounidense, es un “crimen”.
2 – No a la de re-reelección
Hasta ahora, un presidente argentino puede ser reelecto una sola vez. La idea de la mandataria, es que esa relección no tenga un límite de posibilidades.
3 – Honestidad:
El reclamo surge a causa de la indiferencia de Cristina Fernández, frente a la incongruencia de los datos oficiales, los cuales son percibidos por la ciudadanía, no solo como poco confiables, sino como un herramienta deliberada de propaganda, destinada a enmascarar la verdadera situación económica en Argentina. Por ejempo, según los números del INDEC, «se puede comer con $6 por día».
Además, la ciudadanía está molesta con el enriquecimiento de las figuras de poder, que contrasta con el sacrificio propio en la lucha por mantener una vida de clase media.
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